INVESTIGACIÓN CLÍNICA
Fracturas graves del
cuello del astrágalo. Análisis del tratamiento en 20 casos
Alberto
Macklin Vadell, Enzo Sperone, Andrés Bigatti, Matías Iglesias, Yanser Atilmis,
Martín Rofrano, Iván Torterola, José Ortega Galvis
Unidad de Pierna, Tobillo y Pie, Servicio de Ortopedia y
Traumatología, Sanatorio Finochietto, Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
Argentina
RESUMEN
Introducción: Las fracturas del cuello del astrágalo
son infrecuentes, pero la tasa de complicaciones y reintervenciones es alta. El
objetivo de este estudio fue analizar y describir las complicaciones a mediano
y largo plazo en 20 pacientes con fractura del cuello del astrágalo. Nuestra
hipótesis fue que, en las lesiones graves, la reducción abierta y fijación
interna genera una tasa alta de complicaciones que requerirán de nuevas
intervenciones quirúrgicas. Materiales y
Métodos: Se evaluó a 20 pacientes con fractura del cuello del astrágalo: 6
Hawkins II (29%), 11 Hawkins III (52%) y 3 Hawkins IV (19%). El seguimiento
promedio fue de 11 años. Se analizaron el tipo de fractura (simple o
conminuta), las lesiones asociadas, las complicaciones y la necesidad o no de
un nuevo procedimiento quirúrgico. Resultados:
Once pacientes (55%) tenían lesiones asociadas y 14 (70%), conminución en el
trazo de fractura. Quince (75%) sufrieron complicaciones. Nueve (45%)
requirieron una segunda intervención para tratar la complicación. Conclusiones: Los factores más
relacionados con el desarrollo de complicaciones y la necesidad de una nueva
intervención son: conminución en el trazo de fractura, lesiones asociadas en el
miembro inferior homolateral, fracturas tipos III y IV de Hawkins, y fracturas
expuestas. Creemos que, en las lesiones graves del cuello del astrágalo (tipos
III y IV de Hawkins) con uno o más de estos factores, la artrodesis primaria
podría disminuir el riesgo de complicaciones y de nuevas cirugías, y acortar el
tiempo de recuperación de los pacientes.
Palabras clave: Fractura de cuello de astrágalo;
tratamiento; resultados.
Nivel de Evidencia: IV
Severe Talar Neck Fractures. Analysis of Treatment in 20 Cases
ABSTRACT
Introduction: Talar
neck fractures are rare but present a high rate of complications and
reoperations. The objective of this work was to analyze and describe the complications
in the medium and long term in 20 patients with talar
neck fracture. Our hypothesis was that, in severe injuries, ORIF presents a
high rate of complications that will require new surgical interventions. Materials and Methods: We evaluated 20
patients with talar neck fracture: 6 Hawkins II
(29%), 11 Hawkins III (52%), and 3 Hawkins IV (19%). The mean follow-up was 11
years. We analyzed the fracture pattern (simple or comminuted), the presence of
associated injuries, complications, and the need to perform a new surgical
procedure. Results: 11 (55%) had
associated injuries and 14 (70%) had comminution in the fracture line. We
presented complications in 15 patients (75%). 9 (45%) patients required a
second intervention to treat the complication. Conclusions: The factors most related to the development of
complications and the need for a new intervention are: comminution in the
fracture line, associated injuries in the ipsilateral lower limb, Hawkins type
III and IV fractures, and exposed fractures. We believe that in severe talar neck injuries (Hawkins type III and IV) with one or
more of these factors, primary arthrodesis reduces the risk of complications
and new surgeries and shortens recovery time.
Key words: Talar
neck fractures; treatment; outcomes.
Level of Evidence: IV
INTRODUCCIÓN
Las fracturas de astrágalo son infrecuentes, representan <1%
del total en el pie y el tobillo, y aproximadamente el 50% se produce a nivel
del cuello.1 Suelen estar relacionadas con traumatismos de alta
energía y son frecuentes las lesiones asociadas en el pie u otra región de la
extremidad inferior homolateral, lo que hace de su tratamiento un desafío
mayor.2 Debido a su particular anatomía, este hueso cumple un papel
fundamental en la biomecánica del pie y el tobillo.3 Carece de
inserciones tendinosas y musculares, y dos tercios de su superficie están
cubiertos por cartílago articular dejando solo el área del cuello y del proceso
posterior para el aporte de irrigación perióstica.4 Esta proviene de
la red anastomótica formada por las arterias tibial posterior, tibial anterior
y peronea. Las arterias del canal y del seno del tarso son las principales
responsables de la irrigación del cuello y el cuerpo. La arteria tibial
anterior provee irrigación a la cabeza y al área dorsal del cuello. A través
del ligamento deltoideo, las ramas de la arteria tibial posterior nutren la
porción posteromedial del cuerpo.5 Estos son algunos de los factores
que determinan la alta tasa de complicaciones en estas lesiones.
La reducción abierta y fijación interna (RAFI) es el tratamiento
estándar para las fracturas con desplazamiento. Aun así, la tasa de
complicaciones y de reintervenciones es elevada. Hawkins,6 Canale y
Kelly7 comunicaron una alta incidencia de necrosis avascular (NAV)
al igual que algunos estudios más recientes, de entre el 30% y el 100%, en las
fracturas desplazadas.5,8 Del mismo modo, la incidencia de artrosis
postraumática oscila entre el 50% y el 100%.9-11 Nuestra hipótesis
es que, en las lesiones graves, el tratamiento quirúrgico con RAFI causa una
elevada tasa de complicaciones que podrían requerir nuevas intervenciones
quirúrgicas. El objetivo de este estudio fue analizar y
describir las complicaciones a mediano y largo plazo en 20
pacientes con fractura del cuello del astrágalo.
MATERIALES Y MÉTODOS
Se incluyó a pacientes con fracturas con gran desplazamiento
(tipos II, III y IV de Hawkins). Se evaluó retrospectivamente a 20 pacientes (7
mujeres y 13 hombres, promedio de edad 35 años) con 20 fracturas del cuello del
astrágalo que fueron tratadas entre 1980 y 2014. El seguimiento mínimo fue de
18 meses y el máximo, de 39 años (media 11 años).
Seis fracturas eran tipo II de Hawkins (29%); 11, tipo III (52%) y
tres, tipo IV (19%). En la Tabla, se muestra la clasificación de estas
fracturas según la OTA (Orthopaedics
Trauma Association). Diez (50%) eran cerradas y 10 (50%), expuestas, y
cinco de estas últimas eran con exposición del cuerpo del astrágalo.
Dos fueron tratadas con yeso; dos, con tutor externo; una,
mediante artrodesis con la técnica de Blair y una, con astragalectomía
primaria. Once pacientes fueron sometidos a RAFI. A 10 de ellos se les realizó
un doble abordaje (anteromedial y anterolateral) y se estabilizó con tornillos
canulados de 3,5 o 4 mm de diámetro (8 casos) y con placas de bajo perfil (2
casos). En un paciente, se efectuó un abordaje anterior y se estabilizó con
tornillos canulados. Tres fueron tratados con artrodesis tibio-talo-calcánea
primaria mediante un abordaje anterior y se estabilizó con clavo retrógrado (2
casos) y tornillos canulados de 6,5 mm de diámetro (1 caso).
Se evaluó a los pacientes mediante radiografías de pie, de frente
y de perfil, y de frente de tobillo y tomografía computarizada. Se recurrió a
una resonancia magnética solo ante la sospecha de NAV que no se visualizaba en
la radiografía. Se analizaron el tipo de fractura (simple o conminuta), las
lesiones asociadas, las complicaciones y, por último, la necesidad o no de un
nuevo procedimiento quirúrgico.
Se consideraron lesiones asociadas a aquellas del pie, el tobillo
o la pierna distal homolateral. Se definió NAV sobre la base de la presencia de
radiopacidad en el domo astragalino en las radiografías de tobillo, de frente y
de pie, de perfil.
Este estudio ha sido evaluado y aprobado por el Comité de Ética de
nuestra institución.
RESULTADOS
Once pacientes (55%) tenían lesiones asociadas: cinco
tipo II de Hawkins, cuatro tipo III y dos tipo IV. Catorce (70%)
presentaron conminución: cinco tipo II de Hawkins,
siete tipo III y dos tipo IV. Se detectaron complicaciones en 15 pacientes
(75%). Cuatro de seis (66%) pacientes con fractura tipo II de Hawkins tenían
artrosis subastragalina; dos (33%), NAV parcial; uno (16%), seudoartrosis y uno
(16%), deseje en varo. De los 11 casos con fractura tipo III de Hawkins, tres
(27%) tenían artrosis subastragalina; dos (18%), artrosis tibio-astragalina;
tres (27%), NAV (una con colapso del cuerpo y 2 sin colapso); uno (9%), deseje
en varo y uno (9%), seudoartrosis infectada. En los tres casos de fracturas
tipo IV de Hawkins, uno (33%) presentaba artrosis de las articulaciones
subastragalina, tibio-astragalina y astrágalo-escafoidea, y NAV sin colapso;
uno (33%), NAV sin colapso y uno (33%), NAV con colapso.
El paciente que fue tratado con
astragalectomía no sufrió ninguna de las complicaciones mencionadas, pero sí un
acortamiento de 4,5 cm, inversión del pie y marcada dificultad para la marcha.
Nueve (45%) pacientes requirieron una segunda cirugía como
tratamiento de la complicación. Dos de ellos tenían inicialmente una fractura
tipo II de Hawkins; cinco, tipo III y dos, tipo IV (Tabla).
DISCUSIÓN
Las fracturas del cuello del astrágalo fueron definidas por
Inokuchi y cols.12 según la línea de la superficie articular
superior del astrágalo. Aquellas por delante del proceso lateral entran en el
seno del tarso y, por lo tanto, son fracturas extrarticulares del cuello;
aquellas por detrás del proceso lateral comprometen la carilla articular y son,
por lo tanto, fracturas intrarticulares del cuerpo.
Penny y Davis13 definieron bien el mecanismo de la
lesión. Ante una fuerza en dorsiflexión del pie y el tobillo se rompen los
ligamentos capsulares posteriores de la articulación subastragalina y el cuello
del astrágalo impacta contra el borde anterior de la tibia fracturándose. Si
hay un componente de inversión asociado, el pie puede subluxarse o luxarse
medialmente. A medida que avanza la fuerza en dorsiflexión, se produce una
rotura adicional de los ligamentos capsulares posteriores tibio-astragalinos,
el ligamento talofibular posterior, y los haces superficial y profundo del
ligamento deltoideo. El cuerpo del astrágalo se luxa posterior y medialmente, y
se ubica en el intervalo entre la cara posterior del maléolo medial y la cara
anterior del tendón de Aquiles (Figura 1).
En 1970, Hawkins publicó su clasificación para fracturas del
cuello que sigue siendo, hasta hoy, la más utilizada.6 Las lesiones
del grupo I son fracturas sin desplazamiento, las del grupo II representan
fracturas desplazadas con la articulación subastragalina luxada o subluxada, y
las del grupo III presentan luxación de las articulaciones subastragalina y
tibio-astragalina. En 1978, Canale y Kelly añadieron a la clasificación el
grupo IV, que son aquellas fracturas con subluxación o luxación de la articulación
astrágalo-escafoidea.7
La clasificación de la OTA contempla,
además, la presencia o no de conminución en el trazo de fractura.14
En 2017, Casola y cols.15 propusieron modificar la clasificación
original de Hawkins subdividiendo las tipo II en: A
(trazo simple), B (conminución de la pared medial) y C (conminución tanto
medial como lateral).
Las dos complicaciones más frecuentes son NAV y artrosis
postraumática de las articulaciones subastragalina y tibio-astragalina. En
nuestra serie, observamos ocho NAV (40%), dos parciales y seis totales. A pesar
de esto, hubo solo dos casos de colapso del cuerpo astragalino (Figura 2).
Las distintas publicaciones muestran una tasa del 0-24% de NAV en
las fracturas tipo I de Hawkins, del 0-50% en las tipo
II y del 33-100% en las tipos III y IV.16-18 Si bien las tasas
publicadas son muy variables, está claro que es más frecuente en aquellas
fracturas del cuello del astrágalo con gran desplazamiento. Vallier y cols.19
reportaron 12 casos de colapso del domo astragalino en 39 NAV (31%). No existe
evidencia que justifique impedir la carga ante una NAV con el objetivo de
prevenir el colapso.
Ocho de nuestros pacientes (40%) presentaron artrosis
postraumática, y la articulación subastragalina era la más afectada (Figura 3).
El compromiso articular se debe a la misma lesión producida en el
momento del trauma y al daño progresivo secundario a defectos de reducción que
alteran la biomecánica del pie y el tobillo. Las fracturas del cuello del
astrágalo tipos III y IV son las más propensas a desarrollarla y la incidencia
publicada oscila entre el 56% y el 100%.20,21 Esta incidencia
aumenta conforme se prolonga el seguimiento de los pacientes, lo que nos hace
pensar que todos van a desarrollar artrosis en el mediano o largo plazo.
En la evaluación preoperatoria, 14 pacientes (70%) tenían
conminución en el trazo de fractura: cinco tipo II de
Hawkins, siete tipo III y dos tipo IV. Este hallazgo es un factor de mal
pronóstico. Las tasas comunicadas de NAV y artrosis postraumática suelen ser
más altas en aquellas fracturas con conminución.19 Evaluar mediante
una tomografía computarizada si hay o no conminución en la pared medial y
lateral del cuello nos ayudará a definir el abordaje quirúrgico, el método de
fijación y el pronóstico de la lesión.15
Las fracturas del cuello del astrágalo suelen producirse por
traumatismos de alta energía y es común encontrar lesiones asociadas. Once
(55%) de nuestros pacientes sufrieron una lesión asociada. Esto modifica no
solo el abordaje terapéutico, sino también la incidencia de complicaciones y el
pronóstico. En una serie de 50 pacientes, Pajenda y cols.22
describieron 23 lesiones complejas del pie y 29 fracturas de la pierna y el
tobillo. Sander y cols.8 comunicaron 41 lesiones asociadas en el miembro
inferior homolateral en 70 pacientes (59%).
Por otro lado, no existe una relación entre el tiempo transcurrido
desde el momento de la lesión y la cirugía con el desarrollo de NAV.19,20
Vallier y cols. no hallaron diferencias significativas de NAV entre dos grupos
de fracturas del cuello del astrágalo en las que se realizó la fijación
definitiva a las 10.1 horas y a los 10.6 días.19 La edad y el sexo,
la cantidad de abordajes, el uso de injerto óseo y la dirección de los
tornillos tampoco parecen estar relacionados con las complicaciones.8
La alta tasa de complicaciones determina que muchos de estos
pacientes requieran nuevas intervenciones. En nuestra serie, cinco (45,5%) de
los 11 tratados con RAFI fueron sometidos a artrodesis para tratar las complicaciones.
Pero solo a uno de los tratados con artrodesis primaria se le realizó una nueva
cirugía que consistió en una osteotomía valguizante de calcáneo para corregir
el deseje en varo de la posición de la artrodesis.
Sanders y cols.8 informaron una tasa de segundos
procedimientos del 24% durante el primer año, del 32% a los dos años, del 38% a
los cinco años y del 48% a los 10 años, en su serie de 70 casos sometidos a
RAFI. Cabe aclarar que, en el 24% de los pacientes con fracturas tipo II de
Hawkins, el 36% con fracturas tipo III y el 62,5% con fracturas tipo IV
requirieron una segunda cirugía. Los factores más relacionados con la necesidad
de una nueva intervención son: conminución en el trazo de fractura, lesiones
asociadas en el miembro inferior homolateral, fracturas tipos III y IV de
Hawkins y fracturas expuestas.8,19,21 La causa más común de nuevas
intervenciones es la artrosis postraumática, principalmente de la articulación
subastragalina.8
Creemos que es importante considerar la artrodesis como tratamiento
inicial en pacientes con lesiones graves del cuello del astrágalo con lesiones
asociadas y conminución en el trazo de fractura. Más aún si se trata de
lesiones con exposición del cuerpo. La técnica de Blair para la artrodesis
tibio-talo-calcánea es una buena opción para disminuir el acortamiento y evitar
el colapso de la columna interna.23-25
Las limitaciones de este estudio son que se basa en una serie de
solo 20 pacientes y que fueron tratados de distintas maneras. La fortaleza es
el seguimiento a 11 años que permite evaluar los resultados a largo plazo.
CONCLUSIONES
Las fracturas del cuello del astrágalo son lesiones de alta
morbilidad y con una alta tasa de complicaciones a mediano y largo plazo, entre
ellas, la artrosis de las articulaciones vecinas es la más frecuente. Si bien
el tratamiento de elección es RAFI, considerar la artrodesis como tratamiento
inicial podría disminuir la tasa de complicaciones y de segundas
intervenciones.
BIBLIOGRAFÍA
1. Ahmad J, Raikin SM. Current concepts review: talar
fractures. Foot Ankle Int
2006;27(6):475-82. https://doi.org/10.1177%2F107110070602700616
2.
Zwipp H. Severe foot
trauma in combination with talar injuries. En: Tscherne H, Schatzker J (eds). Major fractures of the pilon, the talus and the calcaneus.
Berlin/Heidelberg/New York: Springer-Verlag;
1993:123-35.
3.
Sarrafian SK. Anatomy of the foot and ankle. Philadelphia: Lippincott; 1983.
4.
Schwarzenbach B, Dora C,
Lang A, Kissling RO. Blood vessels of the sinus tarsi
and the sinus tarsi syndrome. Clin Anat 1997;10:173-82.
https://doi.org/10.1002/(SICI)1098-2353(1997)10:3<173::AID-CA3>3.0.CO;2-V
5. Rammelt S, Zwipp H. Talar neck and body fractures. Injury 2009;40:120-35. https://doi.org/10.1016/j.injury.2008.01.021
6.
Hawkins LG. Fractures of the neck of the
talus. J Bone Joint Surg
Am 1970;52:991-1002. PMID: 5479485
7.
Canale ST, Kelly FB
Jr. Fractures of the neck of the talus. Long-term evaluation of seventy-one
cases. J Bone Joint Surg Am 1978;60(2):143-56. PMID: 417084
8.
Sanders DW, Busam
M, Hattwick E, Edwards JR, McAndrew MP, Johnson KD.
Functional outcomes following displaced talar neck
fractures. J Orthop
Trauma 2004;18:265-70. https://doi.org/10.1097/00005131-200405000-00001
9.
Lorentzen JE,
Christensen SB, Krogsoe O, Sneppen
O. Fractures of the neck of the talus. Acta Orthop Scand 1977;48:115-20.
https://doi.org/10.3109/17453677708985121
10.
Adelaar RS. Complex
fractures of the talus. Instr Course
Lect 1997;46:323-38.
PMID: 9143977
11.
Baumhauer JF, Alvarez
RG. Controversies in treating talus fractures. Orthop Clin
North Am 1995;26(2):335-51. PMID: 7724196
12.
Inokuchi S, Ogawa K, Usami N. Classification of fractures of the talus: Clear
differentiation between neck and body fractures. Foot Ankle
Int 1996;17:748-50. https://doi.org/10.1177/107110079601701206
13.
Penny JN, Davis LA. Fractures and
fracture–dislocations of the neck of the talus. J Trauma 1980;20:1029-37. https://doi.org/10.1097/00005373-198012000-00004
14. Meinberg E, Agel J,
Roberts C, Karam MD, Kellam
JF. Fracture and Dislocation Classification Compendium–2018. J Orthop Trauma
2018;32(Suppl 1):S1-S170. https://doi.org/10.1097/BOT.0000000000001063
15.
Casola L, Arrondo
G, Niño Gomez D. Fracturas del cuello del talo: clasificación con criterio
terapéutico. Informe preliminar. Tobillo
y Pie 2017;9(2):138-41. Disponible en: https://jfootankle.com/tobilloypie/issue/view/108
16. Adelaar RS, Madrian JR.
Avascular necrosis of the talus. Orthop Clin North Am 2004;35:383-95. https://doi.org/10.1016/j.ocl.2004.02.010
17.
Sanders R, Lindvall
E. Fractures and fracture-dislocations of the talus. En:
Coughlin MJ, Mann RA, Saltzman CA (eds). Surgery of the foot and ankle. 8th ed.,
Philadelphia: Mosby/Elsevier; 2007:2075-136.
18.
Metzger MJ, Levin JS, Clancy JT. Talar neck fractures and rates of avascular necrosis. J Foot Ankle
Surg 1999;38:154-62.
https://doi.org/10.1016/s1067-2516(99)80030-1
19.
Vallier HA, Nork SE, Barei DP, Benirschke SK, Sangeorzan BJ. Talar neck
fractures: results and outcomes. J Bone Joint Surg Am 2004;86(8):1616-24. PMID:
15292407
20. Vallier HA, Reichard
SG, Boyd AJ, Moore TA. A new look at the Hawkins classification for talar neck fractures: which features of injury and
treatment are predictive of osteonecrosis? J
Bone Joint Surg Am 2014;96:192-7.
https://doi.org/10.2106/JBJS.L.01680
21.
Lindvall E, Haidukewych G, Dispasquale T, Herscovici D, Sandres R. Open reduction
and stable fixation of isolated, displaced talar neck
and body fractures. J Bone
Joint Surg Am 2004;86:2229-34.
https://doi.org/10.2106/00004623-200410000-00014
22.
Pajenda G, Vecsei V, Reddy B, Heinz T. Treatment of talar neck fractures: clinical results of 50 patients. J Foot Ankle
Surg 2000;39:365-75.
https://doi.org/10.1016/s1067-2516(00)80072-1
23.
Blair HC. Comminuted fractures and
fracture dislocations of the body of the astragalus. Operative treatment. Am J Surg 1943;59:37-43. https://doi.org/10.1016/S0002-9610(43)90501-X
24. Dennis DM,
Tullos HS. Blair tibiotalar arthrodesis for injuries
to the talus. J Bone Joint Surg Am 1980;62:103-7. PMID:
7351400
25.
Shrivastava MP, Shah RK,
Singh RP. Treatment of fracture dislocation of talus by primary tibiotalar arthrodesis (Blair fusion). Injury 2005;36:823-6.
https://doi.org/10.1016/j.injury.2004.07.036
ORCID de E. Sperone: https://orcid.org/0000-0001-5028-9584
ORCID de M. Rofrano:
https://orcid.org/0000-0003-1947-8218
ORCID de A. Bigatti: https://orcid.org/0000-0003-1690-025X
ORCID de I. Torterola:
https://orcid.org/0000-0001-9210-9051
ORCID de M. Iglesias: https://orcid.org/0000-0002-6336-6080
ORCID de J. Ortega Galvis: https://orcid.org/0000-0002-7223-3503
ORCID de Y. Atilmis:
https://orcid.org/0000-0001-8926-5088
Recibido el 21-4-2021. Aceptado
luego de la evaluación el 12-8-2021 •
Dr. ALBERTO MACKLIN VADELL • macklinvadell@gmail.com • https://orcid.org/0000-0002-0384-4044
Cómo citar este artículo: Macklin Vadell A, Sperone E,
Bigatti A, Iglesias M, Atilmis Y, Rofrano M, Torterola I, Ortega Galvis J.
Fracturas graves del cuello del astrágalo. Análisis del tratamiento en 20
casos. Rev Asoc Argent Ortop Traumatol
2022;87(1):15-22. https://doi.org/10.15417/issn.1852-7434.2022.87.1.1357
Información del artículo
Identificación: https://doi.org/10.15417/issn.1852-7434.2022.87.1.1357
Fecha de publicación: Febrero, 2022
Conflicto de intereses: Los autores no declaran conflictos de intereses.
Copyright: © 2022, Revista de la
Asociación Argentina de Ortopedia y Traumatología.
Licencia: Este artículo está bajo una
Licencia Creative Commons
Atribución-No Comercial-Compartir Obras Derivadas Igual 4.0 Internacional.
(CC-BY-NC-SA 4.0)