INVESTIGACIÓN CLÍNICA
Enclavado endomedular
en fracturas de tibia. ¿Existe una relación entre el punto de entrada para la
inserción del clavo y su alineación final?
Ignacio
H. Nieto, Martín M. Mangupli, Bartolomé L. Allende, Ignacio J. Pioli, José M.
Gómez
Servicio de Ortopedia y Traumatología, Sanatorio Allende, Córdoba,
Argentina
RESUMEN
Introducción: Las fracturas de tibia representan
aproximadamente el 2% de las fracturas del adulto. El enclavado endomedular es
hoy el procedimiento de elección para tratar fracturas diafisarias de tibia;
sin embargo, esta técnica no está exenta de complicaciones, la desalineación en
el plano coronal es una de las más frecuentes y temidas por los cirujanos. El
objetivo de este estudio fue investigar la relación entre el punto de entrada
del clavo y la desalineación en el plano coronal después de la cirugía. Materiales y Métodos: Se realizó un
estudio retrospectivo, descriptivo, observacional, entre enero de 2015 y enero
de 2019, de pacientes con fracturas diafisarias de tibia, tratadas con clavo
endomedular. Se obtuvieron radiografías en el posquirúrgico inmediato y luego
cada dos meses, se tuvo en cuenta la radiografía del octavo mes, en la que se
observaban signos francos de consolidación ósea, para valorar la alineación
tibial. Resultados: Cuando el punto
de entrada del clavo fue central, hubo apenas un 0,021 de posibilidades (o
2,1%) de alguna desalineación significativa en el posquirúrgico inmediato y
luego de 8 meses. En cambio, cuando fue medial, las posibilidades de una
tendencia al valgo fueron >0,85 (u 85%) ya al tomar la primera imagen, i.e.,
poscirugía; y cuando fue lateral, esta posibilidad se modifica y profundiza
según el tiempo transcurrido hasta la imagen lograda en el paciente. Conclusión: Se observó una relación
marcada y continua entre el punto de entrada del clavo endomedular y la
alineación de la tibia después de la consolidación ósea.
Palabras clave: Enclavado endomedular; tibia; deseje.
Nivel de Evidencia: IV
Intramedullary Nailing of Tibial Fractures. Is There a Relationship Between the Entry
Point and Its Final Alignment?
Abstract
Introduction: Tibial
fractures represent approximately 2% of adult fractures. Today, intramedullary
nailing is the procedure of choice to treat diaphyseal
fractures of the tibia; however, this technique is not exempt from
complications, misalignment in the coronal plane is one of the most frequent
and feared by surgeons. The aim of this study was to investigate the
relationship between nail entry point and misalignment in the coronal plane
after surgery. Materials and Methods:
We carried out a retrospective, descriptive, observational study between
January 2015 and January 2019 of patients with diaphyseal
fractures of the tibia, treated with intramedullary nailing. Radiographs were
obtained in the immediate postoperative period and then every two months. The
eighth-month radiograph, in which clear signs of bone consolidation could be
observed, was taken into account to assess tibial
alignment. Results: When the nail
entry point was central, there was only a 0.021 chance (or 2.1%) of any
significant misalignment in the immediate postoperative period and after 8
months. In contrast, when it was medial, the chances of a valgus tendency were
>0.85 (or 85%) already at the first image, i.e., post-surgery; and when it
was lateral, this possibility was modified and deepened according to the time
elapsed until the image achieved in the patient. Conclusion: A marked and continuous relationship was observed
between the entry point of the intramedullary nail and the alignment of the
tibia after bone consolidation.
Key words: Intramedullary nailing; tibia;
misalignment.
Level of Evidence: IV
INTRODUCCIÓN
Las fracturas de tibia representan aproximadamente el 2% de las
fracturas del adulto.1,2 Los traumatismos de alta energía, los
accidentes de tránsito y los deportivos son la causa más frecuente en adultos
jóvenes, y los traumatismos de baja energía y la caída de propia altura son las
causas más frecuentes en ancianos.
El enclavado endomedular es, hoy en día, el procedimiento de
elección para tratar las fracturas de la diáfisis tibial, debido a que es una
técnica mínimamente invasiva que evita el trauma adicional de tejidos blandos.
El manejo conservador de estas fracturas, a menudo, ha dado lugar a
seudoartrosis, deformidad rotatoria o rigidez de las articulaciones adyacentes,
por lo que se ha producido un cambio hacia el manejo quirúrgico de estas
fracturas en los últimos tiempos. Sin embargo, el método quirúrgico óptimo para
tratar estas fracturas sigue siendo discutible. Las opciones incluyen implantes
endomedulares, fijación externa, fijación con placa o una combinación de estas
técnicas. En los últimos años, la reducción cerrada con placas mínimamente
invasivas y el enclavado endomedular bloqueado se han convertido en modalidades
terapéuticas ampliamente utilizadas para las fracturas de la metáfisis tibial
proximal y distal. En numerosos estudios, se observó un resultado superior
después del enclavado endomedular. Sin embargo, esta técnica quirúrgica no está
exenta de complicaciones.3,4 La desalineación en el plano coronal es
una de las más frecuentes y temidas por los cirujanos.5,6 Para
evitar esta complicación se han estudiado diferentes puntos de entrada para el
clavo con el objetivo de prevenir la desviación en varo o valgo.7,8
El objetivo de este estudio fue investigar la relación que existe
entre el punto de entrada del clavo y la alineación final después de la
cirugía, en pacientes adultos con fractura diafisaria de tibia operados en
nuestra institución.
MATERIALES Y MÉTODOS
Se realizó un estudio retrospectivo, descriptivo, observacional,
aprobado por el Comité de Ética de nuestra institución, que incluyó a todos los
pacientes que sufrieron una fractura diafisaria de tibia tratados con clavo
endomedular entre enero de 2015 y enero de 2019. Todos habían sido operados por
cirujanos ortopedistas formados en trauma ortopédico.
Los criterios de inclusión fueron: pacientes con fracturas de
diáfisis tibial, con extensión intrarticular o sin extensión, con madurez
esquelética y a quienes se les había realizado un tratamiento definitivo con un
clavo endomedular. Se incluyeron fracturas 42 A-B-C según la clasificación
AO/OTA.
Los criterios de exclusión adicionales fueron pacientes con
artrodesis de tobillo preexistente, amputación inicial y seguimiento <12
meses.
Se realizó un control radiográfico seriado, en el período
posquirúrgico inmediato, a las 4 semanas y luego a los 2, 4 y 8 meses de la
intervención. Se consideró que una fractura había consolidado si se observaba
un mínimo de tres puentes óseos en las proyecciones anteroposterior y lateral;
también se evaluó la presencia de retraso de la consolidación, es decir, la
falta de signos claros de consolidación ósea a los 3-6 meses de la cirugía.
Estas imágenes se recabaron utilizando el archivo de imágenes y sistema de
comunicación (Kodak Carestream PACS, Kodak Company). La alineación normal se
determinó entre 5° varo y 5° valgo.
Todos los pacientes siguieron un protocolo posoperatorio similar
que consistió en movilidad temprana y carga de peso según la tolerancia al
dolor.
Técnica quirúrgica
Posición del paciente
Se colocó al paciente en posición supina. La rodilla de la pierna
por operar se colocó flexionada a 90-110°, para mantener este ángulo se utilizó
un triángulo de fibra de carbono debajo de la rodilla. Se colocó una almohada
debajo del glúteo de esa pierna a fin de neutralizar la tendencia a la rotación
externa de la extremidad mediante la inclinación de la hemipelvis.
Abordaje
Se realizó un abordaje transrotuliano y luego se liberó la
almohadilla grasa retrorrotuliana y quedó expuesto el borde anterior de la
meseta tibial donde se ubicó el punto de entrada del clavo, que estuvo centrado
sobre el canal medular controlado mediante radioscopia intraoperatoria.
Reducción de la fractura
Después del abordaje, se procedió a la reducción de la fractura
guiada por radioscopia, lo que se puede realizar mediante varios métodos, como
tracción manual, distractores, joystick
o abriendo el foco de fractura para una reducción directa; en nuestro caso, fue
mediante tracción manual en el eje de la tibia.
Inicio del canal medular
Una vez ubicado el punto de entrada del clavo, se inició el canal
medular utilizando una guía metálica que luego fue avanzando por el canal; en
esta etapa, se utilizó un protector de tejidos blandos para reducir, al mínimo,
el daño sobre ellos. Todos estos pasos fueron guiados por radioscopia.
Fresado
Insertamos la fresa de eje flexible canulado sobre el cable guía.
Fresamos secuencialmente desde diámetros más pequeños hasta los más grandes,
con incrementos de 0,5 mm. El fresado debe ser de 0,5 a 1,5 mm mayor que el
diámetro del clavo, debido a que el canal medular no es una estructura
perfectamente recta.
Colocación del clavo endomedular
Luego del fresado y de medir la longitud del implante, se coloca
el clavo definitivo, primero se realiza el bloqueo distal y luego el proximal,
siempre guiado por radioscopia. Se comprueba la estabilidad de la fractura y, a
continuación, se comienza con el cierre por planos tanto del abordaje
principal, como así también de los bloqueos, dos proximales y dos distales.
En la radiografía posquirúrgica inmediata, se observó el punto de
entrada del clavo endomedular, que se clasificó en: central, medial y lateral
(Figura 1), tomando como referencias radiográficas ambas espinas tibiales.
Para este procedimiento se trazó una línea vertical recta desde el
punto medio de las espinas tibiales hasta el extremo distal de la tibia, por
encima de la articulación tibio-astragalina (Figura 2), luego, se observó la
desviación de la fractura y se la clasificó en: varo, valgo o neutra,
valoración que se realizó trazando una línea recta desde las espinas tibiales
hacia el centro de la diáfisis tibial y luego otra línea recta desde este
último punto hasta el extremo distal de la tibia sin tener en cuenta, en este
momento, los grados de desalineación.
Se realizaron controles radiográficos
cada dos meses para detectar así si había retraso de la consolidación.
A los ocho meses de la cirugía y con las fracturas ya
consolidadas, se realizó nuevamente la medición para valorar la alineación de
la fractura, de la misma manera que en el período posquirúrgico inmediato; en
esta ocasión, teniendo en cuenta los grados de desalineación de la fractura en
el plano coronal, clasificados en: varo, valgo y neutro (Figuras 3-5).
RESULTADOS
La muestra estaba formada por 77 pacientes (74% hombres),
representó a dos estratos diferentes de edades (p = 0,0096) con intervalos de
confianza del 95% [40.3; 59.6] y [31.9; 41.7] años, para mujeres y hombres,
respectivamente, esto muestra que la representación etaria del estudio está
concentrada en torno de los 37 años. Por otro lado, la edad no estuvo asociada
a la selección del punto de entrada del clavo endomedular (p = 0,832), ni a las
valoraciones de las posiciones reportadas por las imágenes posquirúrgicas
inmediatas (p = 0,547) y pasados los 8 meses (p = 0,868). Este aspecto se
muestra en la Figura 6.
El punto de entrada del clavo no fue seleccionado aleatoriamente
en las diferentes clasificaciones de fractura (p = 0,012, Figura 7, superior
derecho), por ejemplo, de las 54 cirugías para fracturas 42 A, apenas el 6%
tuvo un punto de entrada medial, y de aquellas 42 B, un 67%.
Considerando el punto de entrada del clavo endomedular (central,
medial o lateral), luego de la cirugía, la radiografía indica que, salvo el
primero de estos (central), las restantes posiciones sufrieron desalineación
significativa (p = 0,002 y p = 0,0011 para las mediales y laterales,
respectivamente). En efecto, en el 87% de los pacientes que recibieron el clavo
en la posición central, también estaba central (es decir, posición neutra)
luego de la cirugía. Por el contrario, de los que recibieron el clavo en la
posición medial, apenas el 3,5% se mantuvo en la posición original, ya que el
93% tuvo una desalineación o tendencia al valgo, mientras que, en todos los
pacientes con punto de entrada lateral, se observó desalineación en el plano
coronal, en las radiografías posquirúrgicas: el 84% de estos presentó
desalineación o tendencia al varo. Este comportamiento solo se atenuó cuando la
clasificación de las fracturas (AO) era 42C, y fue homogéneo en las restantes
(42A y 42B, p = 0,634).
A los ocho meses de la cirugía, la
valoración radiográfica tuvo una concordancia parcial (adherencia global 81%)
con aquella realizada inmediatamente después de la cirugía: esto es, si bien
las centrales permanecieron en esa posición en su mayoría (87% de los
pacientes) y las mediales con tendencia a la desalineación en valgo (73%), de
éstas, en siete pacientes (24%), se mantuvo la posición original. La Figura 2
ilustra, de manera global, este comportamiento.
Finalmente, analizando las radiografías posquirúrgicas inmediatas,
como así también el control radiográfico a los ocho meses, cuando el punto de
entrada del clavo fue central, hubo apenas un 0,021 de posibilidades (o 2,1%)
de alguna desalineación significativa en el período posquirúrgico y luego de
ocho meses. En cambio, cuando el punto de entrada fue medial, las chances de
presentar una tendencia al valgo fueron superiores a 0,85 (u 85%) ya en el
momento de tomar la primera radiografía posquirúrgica; y cuando el punto de
entrada del clavo endomedular fue lateral, esta chance se modificó y profundizó
según el tiempo transcurrido hasta la imagen radiográfica final lograda en el
paciente.
En síntesis, en la población de pacientes que concurrieron a la
institución en el período mencionado para lograr una alineación satisfactoria,
el punto de entrada, independientemente de la edad del paciente y del tipo o
clasificación de la fractura, debe ser central.
DISCUSIÓN
Las fracturas diafisarias de tibia representan alrededor del 5-11%
de todas las fracturas de tibia.9 El clavo endomedular bloqueado es
el tratamiento primario aceptado para este tipo de fracturas,10-14 y
es de elección en la mayoría de la bibliografía revisada, como así también para
nuestro estudio, debido a que es un procedimiento mínimamente invasivo, con
menor daño de partes blandas y menos complicaciones posquirúrgicas. Krishan y
cols.15 mostraron una alineación angular satisfactoria para las
fracturas diafisarias tibiales tratadas con clavo endomedular. En nuestro
estudio, el 35% de los pacientes tratados con este método obtuvo una alineación
radiográfica neutra a los ocho meses de la cirugía, sin
desalineación en el plano coronal, esto era lo que los cirujanos ortopédicos
esperaban cuando planificaron la cirugía, en tanto que Nork y cols.16
registraron una alineación radiográfica aceptable, con un ángulo <5° en
cualquier plano, en el 92% de las fracturas tibiales metafisarias tratadas con
clavo endomedular. Kruppa y cols.17 comunicaron un porcentaje menor
de correcta alineación y que se produjo una angulación en el plano coronal
aceptable, dentro de la norma definida de 5° en el 76% de las fracturas
tratadas con clavo endomedular. La mala alineación de fracturas en el plano
coronal es una complicación bastante común del enclavado endomedular de
fracturas diafisarias de tibia como lo demostraron Franke y cols.;18
en nuestro estudio, fue la principal complicación posquirúrgica, debido a que
el 65% de los pacientes experimentó algún grado de desalineación, ya sea en
varo o en valgo, aunque cabe aclarar que muchos de estos casos fueron hallazgos
radiográficos en los controles posquirúrgicos, sin que le ocasionaran al
paciente síntomas o molestias. Kruppa y cols.17 notificaron que la
mayoría de las desalineaciones tenían tendencia al valgo, información que se ve
reflejada nuevamente en nuestro análisis, ya que el 33,8% de nuestros casos
tuvo un deseje en valgo, en comparación con el 31,2% en el cual este fue a
varo. Weninger y cols.19 mostraron que el grado de mala alineación
en el plano frontal depende de la localización de la entrada del clavo en la
meseta tibial, como así también que la inserción lateral del clavo condujo a
una mala alineación en varo en un número significativo de pacientes. En nuestro
estudio, coincidimos con este último, ya que observamos una marcada relación
entre el punto de entrada del clavo endomedular y su alineación posterior,
debido a que se demostró que aquellos pacientes con puntos de entrada central
tienen menos posibilidad de alguna desalineación; asimismo, todos los pacientes
con punto de entrada lateral desarrollaron desejes en el plano coronal, el más
frecuente fue el deseje en varo, como notificaron Weninger y cols.19
Sin embargo, en el 25% de nuestros casos con un punto de entrada medial y una
mala alineación en valgo en las radiografías posquirúrgicas inmediatas, se
corrigió y se observó un ángulo aceptable <5° en cualquier plano, a los ocho
meses de colocar el implante, situación que no es de menor importancia, y es de
suma utilidad a la hora de realizar el procedimiento, y sobre la cual no existe
demasiada bibliografía.
En un estudio anatómico realizado por Lembcke y cols.,8
los autores encontraron una mala alineación en varo causada por un punto de
entrada lateral y en valgo después de la inserción del clavo a medial,
resultados similares y con los que concordamos en nuestro análisis, porque
hallamos una relación directa entre el punto de entrada lateral (32,5%) y la
desviación en varo (31,2%), y también entre la desviación en valgo (33,8%) y el
punto de entrada medial (36,4%).
En el estudio ya mencionado de Weninger y cols.,19 se
observó que la desalineación en valgo disminuye si los clavos endomedulares
tienen su punto de entrada central, y también que los cirujanos deben tener en
cuenta que la angulación en varo disminuye si los clavos se insertan menos
lateralmente, información que se ve plasmada claramente en el desarrollo de
nuestro estudio y con la cual coincidimos.
Creemos de suma importancia remarcar nuevamente los resultados
obtenidos en cuanto al punto de entrada medial, debido a que varios autores,
entre ellos, Tejwani y cols.,20 describieron que un punto de entrada
medial exagera la deformidad del valgo, situación que se dio a lo largo de
nuestro estudio, pero con la variable de que el 25% de los pacientes con un
punto de entrada medial no desarrollaron desalineación alguna, antecedente que debe
ser tenido en cuenta por los cirujanos ortopédicos que realizan este
procedimiento rutinariamente.
CONCLUSIONES
Podemos afirmar que el punto de entrada del enclavado endomedular
guarda relación directa y continua con la alineación posquirúrgica de las
fracturas diafisarias de tibia tratadas con este procedimiento. Se halló que el
punto de entrada recomendado para el clavo endomedular es el central, debido a
que experimenta menos desviaciones posquirúrgicas en el plano coronal. En
cuanto a los dos puntos de entrada restantes, se debe comentar que el 25% de
las fracturas con punto de entrada medial no tuvieron desviación alguna,
mientras que, con el punto de entrada lateral, todas tuvieron algún vicio en la
alineación final.
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ORCID de
M. M. Mangupli: https://orcid.org/0000-0002-1162-2708
ORCID de
I. J. Pioli: https://orcid.org/0000-0001-8697-1980
ORCID de
B. L. Allende: https://orcid.org/0000-0003-2757-4381
ORCID de
J. M. Gómez: https://orcid.org/0000-0002-1162-2708
Recibido
el 17-1-2022. Aceptado luego de la evaluación el 21-2-2022 • Dr. Ignacio H. Nieto • ignaciohnieto@gmail.com • https://orcid.org/0000-0002-3639-6591
Cómo
citar este artículo: Nieto IH, Mangupli MM, Allende
BL, Pioli IJ, Gómez JM. Enclavado endomeduar en fracturas de tibia. ¿Existe una
relación entre el punto de entrada para la inserción del clavo y su alineación
final? Rev Asoc Argent Ortop Traumatol
2022;87(2):188-196. https://doi.org/10.15417/issn.1852-7434.2022.87.2.1495
Información del artículo
Identificación: https://doi.org/10.15417/issn.1852-7434.2022.87.2.1495
Fecha de publicación: Abril, 2022
Conflicto de intereses: Los autores no declaran conflictos de intereses.
Copyright: © 2022, Revista de la
Asociación Argentina de Ortopedia y Traumatología.
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